For vulnerable communities to be more resilient to climate change risk, smart city authorities recognise that citizens have to play a more prominent role. Some authors suggest that ‘smart citizens’ need to be cultivated and exert agency to address the issues that governments and tech companies attempt to mitigate (Bull & Azennoud, 2016; Frigerio et al., 2018). In other words, people must be willing to adapt to and live in smart cities. The idea of a smart citizen appears to be a way to bridge the gap between vulnerable communities, local authorities and the technologies available to them. Thus, smart cities could become a conduit of knowledge and smart practice within and between different communities. The idea of a smart citizen, however, appears to imply a moral obligation to behave in a certain way and adhere to the collective project of building resilient smart cities, which could exclude the most vulnerable populations as it could also build another layer of power imbalances between the informed and those that are technologically uneducated, socially deprived or marginalised from the smart city (Cardullo & Kitchin, 2019).
Advocates of a smart city approach to supporting urban communities most vulnerable to climate change risks argue that providing the means to help citizens embrace technology and recognise a smart city’s capacity for effective change helps to empower citizens to be more resilient and able to adapt to risk more efficiently (Lytras & Visvizi, 2020). However, the concept of empowering citizens seems to be ambiguous - it appears that once the citizen receives information about their environment, activities, risk of flooding and so on (via apps, data systems, dashboards or digitised information and services) this information is often understood as a way of providing civic or individual empowerment in itself. Despite the growing interest around the various paths to citizen engagement, some would argue that citizens are merely seen in terms of customer service, crowdsourced conversations or as part of big data sets (see Halegoua, 2020).
A smart city solutions approach to address challenges related to climate change should take an integrated approach that is aimed at empowering citizens in monitoring their own communities, understanding potential strategies for risk mitigation and reducing poverty. Considering the social, economic and political aspects of affected communities, as well as understanding the physical origin of disasters, should contribute to developing resilience and prevent the consequences of exposure to hazards. This approach considers both the macro-scale and the local scale, understanding that change can emerge in collaboration with communities, which know their territory and are able to engage in mapping potential hazards, monitoring key challenges, and developing co-produced strategies. A ‘smart cities’ approach therefore can provide resilience as a plausible strategy to confront challenges from a multi-framework approach, integrating policy, communities and technologies, based on information and communication (see Chourabi et al., 2012). Nevertheless, this approach should be undertaken with caution as there is danger of relying solely on data-sharing and high-tech as the central part of the solution without the full involvement and participation of all relevant stakeholders and decision-makers. Achieving this would contribute to the negotiated co-production of strategical solutions whilst exploring the interaction between these socio-cultural, economic, political, institutional and technological factors and the scope for addressing these could offer important insights for similarly challenging scenarios not only in Mexico but elsewhere in Latin America and the Global South.
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La importancia de ‘empoderar a los ciudadanos’ a través de un enfoque de ciudades inteligentes frente al riesgo del cambio climático
Para que las comunidades vulnerables sean más resistentes al riesgo del cambio climático, las autoridades de las ciudades inteligentes reconocen que los mismos ciudadanos deben desempeñar un papel más destacado. Algunos autores sugieren que los ‘ciudadanos inteligentes’ deben cultivarse y ejercer su agencia para abordar los problemas que los gobiernos y las empresas tecnológicas intentan mitigar (Bull & Azennoud, 2016; Frigerio et al., 2018). En otras palabras, las personas deben estar dispuestas a adaptarse y vivir en ciudades inteligentes. El concepto o idead de ciudadano inteligente podría ayudar a acortar la brecha entre las comunidades vulnerables, las autoridades locales y las tecnologías disponibles para ellos. Por lo tanto, las ciudades inteligentes podrían convertirse en un conducto de conocimiento y práctica inteligente al interior y entre diferentes comunidades. La idea de un ciudadano inteligente, sin embargo, supone una obligación moral de comportarse de cierta manera y adherirse al proyecto colectivo de construir ciudades inteligentes resilientes, lo que podría excluir a las poblaciones más vulnerables, ya que también podría impactar aun mas las desigualdades entre los ciudadanos informados y los tecnológicamente incultos y socialmente desfavorecidos o marginados de la ciudad inteligente (Cardullo & Kitchin, 2019).
Los defensores de un enfoque de ciudad inteligente para apoyar a las comunidades urbanas más vulnerables a enfrentar los riesgos del cambio climático argumentan que proporcionar los medios para ayudar a los ciudadanos a adoptar la tecnología y reconocer la capacidad de una ciudad inteligente para un cambio efectivo ayudaría a empoderar a los ciudadanos para que éstos sean más resilientes y capaces de adaptarse más al riesgo de manera eficiente (Lytras & Visvizi, 2020). Sin embargo, el concepto de empoderamiento de los ciudadanos parece ser ambiguo: parece que una vez que el ciudadano recibe información sobre su entorno, actividades, riesgo de inundaciones y demás (a través de aplicaciones, sistemas de datos o servicios digitalizados), dicha información suele ser entendida como una forma de empoderamiento cívico y no solamente como un medio. A pesar del creciente interés en torno a los diversos caminos hacia la participación ciudadana, algunos argumentarían que los ciudadanos solo se consideran en términos de ‘servicio al cliente’ o como parte de grandes bases de datos (Halegoua, 2020).
Un enfoque de soluciones de ciudad inteligente para abordar los desafíos relacionados con el cambio climático debe adoptar una perspectiva integral que tenga como objetivo empoderar a los ciudadanos para monitorear sus propias comunidades, comprender las estrategias para la mitigación de riesgos y la reducción de la pobreza. El tener en cuenta los aspectos sociales, económicos y políticos de las comunidades afectadas, así como comprender el origen físico de los desastres, debería contribuir a desarrollar la resiliencia y prevenir las consecuencias de la exposición a las amenazas naturales y del entorno construido. Este enfoque considera tanto la escala macro como la escala local, entendiendo que el cambio puede surgir en colaboración con las comunidades que conocen su territorio y pueden participar en el mapeo de peligros potenciales, monitoreando desafíos clave y desarrollando estrategias co-producidas. Por lo tanto, un enfoque de ‘ciudades inteligentes’ puede proporcionar resiliencia como una estrategia posible para enfrentar los desafíos desde un enfoque que integra tanto las políticas, las comunidades y las tecnologías basadas en la información y la comunicación (Chourabi et al., 2012). Sin embargo, este enfoque debe tomarse con precaución, ya que existe el peligro de depender únicamente del intercambio de datos y la alta tecnología como parte central de la solución sin tomar en cuenta la participación de todos los implicados y de quienes toman las decisiones. Lograr esto contribuiría a la co-producción negociada de soluciones estratégicas mientras se explora la interacción entre estos factores socioculturales, económicos, políticos, institucionales y tecnológicos, y el alcance para abordarlos podría ofrecer información importante para escenarios igualmente desafiantes no solo en México sino en otras partes de América Latina y otros países menos desarrollados.
References/Referencias
Bull, R. & Azennoud, M. (2016). Smart citizens for smart cities: participating in the future. Proceedings of the Institution of Civil Engineers - Energy, 169(3), 93–101. https://doi.org/10.1680/jener.15.00030
Cardullo, P. & Kitchin, R. (2019). Being a ‘citizen’ in the smart city: up and down the scaffold of smart citizen participation in Dublin, Ireland. GeoJournal, 84, 1–13. https://doi.org/10.1007/s10708-018-9845-8
Chourabi, H., Nam, T., Walker, S., Gil-Garcia, J.R., Mellouli, S., Nahon, K., Pardo, T.A. & Scholl, H.J. (2012). Understanding Smart Cities: An Integrative Framework, 45th Hawaii International Conference on System Sciences, Maui, HI, 2012, (pp. 2289-2297), doi: 10.1109/HICSS.2012.615.
Frigerio, S., Schenato, L., Bossi, G., Mantovani, M., Marcato, G., & Pasuto, A. (2018). Hands-On Experience of Crowdsourcing for Flood Risks. An Android Mobile Application Tested in Frederikssund, Denmark. Int. J. Environ. Res. Public Health Int. J. Environ. Res. Public Health, 15, 1926, doi:10.3390/ijerph15091926
Halegoua, G.R. (2020). Smart Cities. The MIT Press Essential Knowledge series. Cambridge, MA: MIT Press.ISBN: 9780262538053
Lytras, M.D. & Visvizi, A. (2020). Sustainable Smart Cities and Smart Villages Research. Rethinking Security, Safety, Well-being and Happiness. https://doi.org/10.3390/books978-3-03928-219-7
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